Aunque esta vez lo suyo sería que hablara de lo feliz que soy por acabar los exámenes y porque el verano ya está aquí, voy a escribir sobre algo en lo que llevo pensando todo el día.
Es un tema que seguramente a los pocos lectores (PERO DE CALIDAD EH?DE CALIDAD xD)de este blog,en su mayoría varones,no les interesará nada, pero me parece interesante.
Se trata del sentimiento de culpa que se le impone a la mujer desde su niñez. Desde muy pequeñas se nos enseña a sonreír y a pedir perdón. Si juntamos estos alicientes con la habitual autoexigencia que tendemos a crear las mujeres a partir de la adolescencia, el resultado es un cóctel explosivo para nuestra autoestima. Una frase que puede sintetizar esto es que nadie nace culpable,excepto las mujeres.
Uno de los ámbitos en los que mejor se refleja esto es en las relaciones de pareja. Cuando una relación de pareja se rompe, el hombre puede achacarlo a los familiares, al trabajo, incluso al tiempo...Sin embargo, una mujer siempre se echará la culpa a sí misma, y de su boca saldrán frases como "Debería haberle hecho más caso", "La culpa es mía por ser tan celosa"...y un sinfín de tópicos similares (que en la mayoría de casos son inciertos). Todo esto no hace más que crear un aura de inseguridad en ella, que en ocasiones repercute tanto en su vida social y laboral como en su futura relación. En resumen,la mujer busca primero la culpa en su interior,y luego en los demás.
La primera fase es pedir perdón. Nos han enseñado a ello. La historiadora Shere Hite dice que los hombres han conseguido inyectarnos una autoexigencia que hace que las mujeres interioricemos la culpa. En efecto, podríamos hablar de dos tipos de culpa: la culpa exterior (y primaria) y la culpa interior, que es la que hace que nos autocensuremos. Según Hite, la función primordial de esta culpa es que la mujer reprima su sexualidad en función de la satisfacción del macho.
Esta primera fase conlleva un ideal de "mujer perfecta" que se pretende alcanzar. No veremos nunca a ningún hombre intentando ser perfecto; sin embargo, la mujer debe ser buena empleada, buena ama de casa, buena madre y buena amante. Estas exigencias imposibles son la fuente más corriente de la culpabilidad morbosa en el género femenino.
Ese sentimiento de culpabilidad viene de antaño: en la tradición judeocristiana, la mujer es representada como la serpiente, como la culpable de la expulsión del Paraíso, y en la religión budista las mujeres son varones que pagan en esta vida sus pecados de la anterior. En la actualidad podemos observar este fenómeno en prácticas tales como las lapidaciones a mujeres violadas.
Si este sentimiento no acaba por desaparecer, una parcela importante de la sociedad no está evolucionando con el tiempo, sino que se estanca. La culpa paraliza; la verdad, libera.
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