martes, 24 de noviembre de 2009

El dilema

Ser reportero de guerra o fotógrafo no es fácil. Pasas frío, sueño, hambre. Estás en un sitio inhóspito a miles de kilómetros de tu casa, en el que nadie quiere que estés, salvo tus jefes y tú. Sientes miedo y como a cualquier ser humano te estremece ver cuerpos sin vida tirados en el suelo, rodeados de mujeres que parecen ser las madres de la persona que un día fueron esos cadáveres. Mujeres destrozadas porque se quedaron sin maridos, madres desamparadas porque tienen que enterrar a sus hijos, niñas pequeñas que preguntan insistentemente dónde está su padre sin que nadie les responda. En los ojos de ellas puedes ver el terror que da la incertidumbre, el no saber qué pasará en los próximos cinco minutos ni si seguirás viva.
Tú, sin embargo, has llegado allí en un vuelo con una gran compañía aérea que te ha pagado la empresa de comunicación para la que trabajas. Vas con tu equipo pleno de nuevas tecnologías desde tu casa con todas las comodidades imaginables de una persona que vive en un país desarrollado. Tu último grave problema fue que olvidaste cargar el Ipod y no podrás escuchar nada durante el vuelo de 8 horas. Parece que tu trabajo es cómodo, pero no lo es. Una vez que aterrizas allí eres uno más, vives como ellos y te alimentas como ellos. ¿Tu objetivo? Captar la imagen que diga más o conseguir la información exclusiva. Tu dilema: qué hacer cuando tengas que elegir entre la vida y seguridad de alguien, o una imagen impactante para tu medio. Únicamente tienes dos opciones: o eres un periodista/fotógrafo más, o te conviertes en un reconocido profesional galardonado (en ocasiones) por la imagen de una niña muerta. Yo ya he hecho mi elección. ¿Y tú?

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